sábado, 19 de septiembre de 2009

Recoger datos fisicos de la tierra, y mandarlos al espacio. Proporciones relacionadas.

Siguiendo con la teoría de que la pirámide debía de recoger datos fisicos y químicos del planeta tierra, y mandarlos al espacio, para observar desde otro planeta su estado, es importante recalcar como para ello hacía falta construir la pirámide con valores relacionados con nuestro planeta.


EL INDICE GEODESICO
Los datos suministrados por las medidas de este monumento despejan cualquier duda en lo que concierne a un conocimiento astronómico y geodésico absolutamente anacrónico para el que los egiptólogos otorgan a los primitivos moradores de las riberas del Nilo.
Según los egiptólogos, las primeras tumbas faraónicas conocidas son las de la XI dinastía, es decir, que datan de 2.160 a 2.000 años a.C. Están situadas frente a Karnac, en la llanura de El Taraf, al nordeste del Valle de los Reyes y se abren hacia el oeste, es decir, hacia el Sol poniente. En consecuencia, las pirámides orientadas al norte no eran sepulturas, sino templos y, como tales, contenían no sólo la cultura religiosa sino un conocimiento, adquirido de los dioses, que se plasmó en forma de datos que relacionaban el monumento con las medidas geodésicas de nuestro planeta. Han sido muchos los investigadores que han comprobado la precisión de estos datos.
Jomard, que participó en la expedición napoleónica, extrajo de Estrabón y de Diodoro Sículo la información de que el apotema de la Gran Pirámide tenía un estadio de longitud, es decir, 185,5 metros. Los autores clásicos afirmaban que un estadio era la sexcentésima parte de un grado geográfico. Según esto, el apotema de la pirámide multiplicado por 600 nos daría la longitud de un grado en Egipto. Jomard tuvo en cuenta también la afirmación de Agatárquides de que la largura de cada lado de la base era idéntica a la longitud de un minuto (cada una de las sesenta partes iguales en que se divide un grado de círculo) del meridiano terrestre. Con estos datos se comprueba no sólo el asombroso conocimiento geodésico del planeta que tenían los egipcios, sino la premeditada adecuación de las medidas de la pirámide a las del planeta.
Podría decirse que la pirámide contiene las proporciones de un semiglobo, en el que la base del monumento representa el ecuador y la altura la distancia del Polo Norte al centro del globo. Y si los antiguos no mentían al señalar que su altura era la sextecésima parte de un grado de longitud y su base un octavo de minuto, la Gran Pirámide podría ser la representación de una mitad de nuestro planeta. En relación con las medidas geodésicas de este monumento, numerosos investigadores de todos los tiempos han intentado desentrañar y reproducir la hipótetica idea original del arquitecto de la Gran Pirámide y de la unidad de medida empleada.




UN INSÓLITO DESCUBRIMIENTO
Pero hagamos el proceso contrario. Supongamos que queremos construir el monumento más grande de la Tierra, que disponemos de toda la tecnología precisa para tal fin y que queremos incorporar las medidas del planeta a esa pirámide. Partimos de la premisa constatada de que la Tierra no es una esfera perfecta. La figura geométrica que mejor define la superficie de nuestro planeta es un elipsoide de revolución, es decir, un cuerpo engendrado por una elipse, cuyos ejes son los radios polar y ecuatorial, y que gira sobre el radio polar. Actualmente, la geodesia física hace un estudio de la Tierra considerándola un geoide, definiendo su superficie como la de los océanos en calma y los continentes sin tener en cuenta su relieve, es decir, como si toda la tierra estuviese al mismo nivel del mar. Si superponemos las figuras elipsoide y geoide de la tierra (como si superpusiésemos, por ejemplo, un melón y una sandía), ambas coincidirán en determinadas líneas, que consideraremos «zonas de cota cero».
Queremos, pues, construir una pirámide que cumpla dos condiciones. La primera es que esté situada en el meridiano terrestre donde interseccionen el elipsoide y el geoide antes mencionados (ver figura). Para ello, nos basaremos en un mapa que representa estas dos superficies y sus discrepancias, publicado en el libro Geodesia Física de Weikko A. Heiskanen, donde figuran los antes mencionados puntos de intersección líneas de cota cero. En él podemos ver que los únicos lugares del planeta donde se cumple esta primera condición son una franja de terreno que recorre el Nilo y otra que, subiendo por la cuenca del Amazonas, llega a la península del Yucatán y a México, siendo exclusivamente la zona de Egipto donde la línea que tiene cota cero en todos sus puntos coincide con el meridiano del lugar.
La segunda condición es que el lugar preciso del emplazamiento de dicha pirámide esté ubicado en aquel paralelo cuyos puntos estén situados en su totalidad a la misma distancia del Polo Norte y del centro de la Tierra. Con ello, obtenemos un solo punto en el planeta que cumpla estas dos premisas: la meseta de Giza, situada en el paralelo 29° 58' 51" norte y longitud 31° 9' este de Greenwich.
Asombrosamente, cada punto de la Tierra tiene un radio diferente, debido al achatamiento de los polos. El radio polar -según el anuario del Observatorio Astronómico, que publica las medidas dadas por el Servicio Internacional de la Rotación Terrestre (IERS)- es de 6.356,751 Km, siendo el radio ecuatorial de 6.378,136 km. El radio terrestre en la meseta de Giza es de 6.372,829 km.
Hasta hoy se ha especulado mucho en relación con la unidad de medida empleada en la Gran Pirámide. El problema principal reside en la diferencia entre nuestro metro actual, la diezmillonésima parte del cuadrante del meridiano que pasa por Dunkerke y Barcelona, y el metro real egipcio, estimado por el notable egiptólogo Petrie en 1,0479 y por Newton en 1,0478. Por ello han surgido algunas teorías extravagantes que han tratado de hacer coincidir nuestro metro actual con el utilizado en el antiguo Egipto como, por ejemplo, prolongar el radio polar «convenientemente» 300 kilómetros, para elevar nuestro vulgar 1,00 a la categoría de 1,048, definiendo la atmósfera con ese exacto espesor, como si ésta fuese uniforme. Por tanto, los estudiosos más oficialistas han tomado a broma siempre tales consideraciones, afirmando que el metro egipcio no podría corresponderse con dato geodésico o astronómico alguno.

EL METRO SAGRADO EGIPCIO
Y todo lo contrario. Como primicia mundial vamos a demostrar que el metro real egipcio se corresponde con medidas geodésicas de nuestro planeta, de una forma absolutamente constatable. Partimos de la esfera ideal cuyo radio es el radio de la Tierra medido en Giza. Pues bien, la longitud de arco comprendida entre la Gran Pirámide y el polo norte de dicha esfera corresponde a la cifra de 6.673,611 km. Todo este planteamiento nos lleva a dar una simple fórmula que dictamina milimétricamente y con datos geodésicos absolutamente fiables el metro utilizado en la Gran Pirámide:
1 metro egipcio = Radio en Giza x Pi2 /160.000
Es decir: 6.372,829 x 3,14162/60.000=1,048.
Para los amantes de la geometría, se cumple también que la diezmillonésima parte del cuadrante del meridiano de una esfera con radio de 6.673,611 km., sería, precisamente, 1,048 metros, el patrón de medida utilizado en la Gran Pirámide.
Estamos seguros de que estos datos, que publicamos por primera vez, aunque difícilmente comprensibles para los neófitos en geometría y en astronomía, revolucionarán la historia de la piramidología, al relacionar el metro sagrado egipcio, empleado en todas las medidas interiores y exteriores del monumento, con datos geodésicos intrínsecos a la ubicación de la Gran Pirámide en nuestro planeta. Este monumento señala un punto exacto de la superficie terrestre, el mismo punto desde donde se sospecha que alguien situado a unos 10.000 metros de altura pudo tomar una imagen, por métodos desconocidos, del globo terrestre. Aquellas remotas observaciones se plasmaron en antiguos mapas como el de Piri Reis, distorsionado con asombrosa exactitud debido a la falta de concavidad de la fotografía original. Un punto geodésico que señala que los constructores del monumento y, posiblemente, los instructores de los pueblos de la antigüedad, conocían las medidas de nuestro planeta, porque eran poseedores de una tecnología ajena y avanzadísima, sin la cual no podrían haber llegado de ninguna forma a conseguir estos datos.
Información de Manuel Delgado, revista Año cero.

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