martes, 22 de septiembre de 2009

Piramide acodada de Dashur, sonda detectora del viento











El transmisor estaba en Keops, pero en las otras piramides del centro de recogidas de datos terrestres, estaban las sondas recolectoras de variaciones físicas. En el caso de la pirámide acodada de Dashur, parece evidente que lo que recogía era variaciones del viento.










Quien haya recorrido los alrededores de esta pirámide acodada habrá sentido el temor de enfrentarse con lo desconocido. En la solitaria planicie de Dashur, cualquier movimiento tiene su respuesta sonora en el eco amplificado que expande esta construcción majestuosa e inexcrutable que se muestra remisa a mostrar sus intimidades. Desnuda de cualquier ornamento, sus severas proporciones demuestran la solidez más compacta que monumento alguno pudiera transmitir. Sus enigmas empiezan con la concepción de sus pasillos y cámaras, única en todo Egipto. Si los corredores de todas las pirámides tienen la orientación norte-sur, la acodada presenta dos orientaciones, a semejanza de los dos ángulos que definen sus caras exteriores.
La entrada original se eleva a unos diez metros del suelo de la cara norte. Cien metros de corredor de poco más de un metro de alto nos introducen en el subsuelo de la planicie por debajo de la pirámide. En su centro se ahueca una enorme galería vertical de casi doce metros de alto, a cuyos lados surgen otras galerías estrechas que no conducen -al menos que se sepa- a sitio alguno, así como una cámara vacía.
En la cara oeste, a unos treinta metros de altura, se abre otra entrada que da paso a un canal descendente en dirección este-oeste. Éste termina en un plano horizontal del que, a distintos niveles, pasillos y cámaras con una ignorada transcendencia. No existe ningún jeroglífico ni bajorrelieve. Sus paredes parecen estar vacías de significado. Algunos orificios de los pasillos dan paso a una serie de cámaras a las que sólo se puede descender desde el techo. Si alguna vez los hubo, hoy no quedan restos decorativos, salvo la piedra, pulida con toda pulcritud.





Los dos ejes interiores, el norte-sur y el oeste-este, están separados en su plano por 15 metros de distancia. En algún tiempo desconocido se abrió un túnel que los comunicó. Desconocido porque este canal no puede ser de la época de la construcción del monumento, ya que es fácil apreciar cómo fue excavado, lo que constituye uno de los grandes enigmas de esta construcción.
Cuando en 1839 el coronel Howard Vyse y su ayudante Perring exploraron la pirámide, advirtieron un fenómeno extraordinario del que dejaron constancia en sus crónicas. Los trabajadores árabes que contrataron para desescombrar los pasajes sufrían un intenso calor y molestias por la falta de oxígeno. Pero un día, súbitamente, una fuerte ráfaga de viento comenzó a silbar a lo largo de los pasajes. Cuarenta y ocho horas después - cuentan -, el aire cesó misteriosamente y nadie logró encontrar la clave del asunto. Un hecho que no es esporádico, ya que las dos últimas veces que nuestro equipo visitó el lugar tuvo ocasión de presenciar idéntico fenómeno, pudiendo constatar algo desconcertante. La ráfaga de aire sólo se produce en el canal que une los dos ejes y fluye con tal fuerza que es imposible encender una cerilla, aunque ese viento es imperceptible en los pasajes originales de la pirámide. La única explicación posible es que existan estancias y pasillos aún no descubiertos, con túneles similares a los canales de ventilación de la Gran Pirámide, capaces de "organizar" el trasvase de aire por el interior de la obra, lo cual supone un nuevo reto a la investigación.

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