jueves, 1 de octubre de 2009

El castillo de coral y la pirámide de Giza están en un punto de vórtice o muro de Bloch.


Cuando miramos las pirámides con un angulo exclusívamente físico, nos llevamos grandes sorprensas, pero la principal es que comprobamos que aún hoy en día no hemos conseguido el nivel que ellos tenían. Para valdeandemágico, sencillamente hablamos de controlar la polarización de los gravitones. Hemos aprendido fácilmente a controlar la polarización óptica, así con la electromagnética, pero aún no lo hemos hecho con la gravitatoria, pero el principio es igual.

Si vamos en España a ver los dolmenes de Antequera, o a Ulaca, en Avila, vemos que cerca de nosotros también tenemos muestras de como los antiguos eran capaces de polarizar los gravitones, pero hoy no sabemos hacerlo

El increíble y misterioso constructor Eduard Leedskalnin,

o simplemente "Ed".

Entre 1920 a 1940, un hombre, que apenas medía metro y medio, talló 1.100 toneladas de piedra, solo, sin equipos especiales. Así, el letón Eduard Leedskalnin construyó, en Florida, una increíble y misteriosa obra que él llamó el Parque del Portón de Roca pero que hoy es más conocida como El castillo de Coral. Se desconoce cómo Ed pudo construir esta obra que parece un regreso a la culturas antiguas dentro de Este Mundo.

La extraña obra de Leedskalnin, efectivamente, está impregnada de fuertes evocaciones de las construcciones prehistóricas de piedra: dólmenes y menhires. Ed investigaba con fruición textos sobre fuerzas magnéticas y sobre las antiguas ciencias de los constructores de megalitos. La obra solar de Ed es uno de los enigmas más fascinantes del mundo contemporáneo. La señal de cómo un hombre solitario y genial es capaz de demoler la noción de lo imposible y erigir un monumento aún muy poco apreciado y comprendido.

Para acercarnos a esta singular obra le presentamos en Temakel un apasionante artículo de Manuel Figueroa con algunas fotografías del maravilloso universo de piedra del muy singular Eduard Leedskalnin.



EL INCREIBLE CASTILLO DE CORAL

Por Manuel Figueroa



"Millones de personas en todo el mundo, entre las que me incluyo, han sido víctimas del engaño de dibujos erróneos en los libros de geografía, que muestran cómo el recorrido anual de la Tierra alrededor del Sol es la causa del verano y del invierno. En realidad, esos dibujos son erróneos. Yo tuve suerte. Construí un telescopio de piedra y un reloj de sol, también de piedra, los cuales me permitieron salir del error. Ahora sé cuál es el verdadero camino que sigue la Tierra. Los científicos deberían acudir al Parque del Portón de Roca, en Homestead, Florida, y observar el nuevo dibujo, el telescopio y el reloj de sol, para darse cuenta del impacto de estos elementos sobre la ciencia."

Esta declaración la formuló un letón llamado Eduard Leedskalnin, el 20 de mayo de 1946, desde un inexplicable monumento que levantó, sin ayuda de nadie, en el sur de la Florida, entre 1920 y 1940. El monumento, conocido como el Castillo de Coral, se alza casi inadvertido en una esquina de la carretera US 1, que va desde Miami hasta Cayo Hueso, el punto más meridional de los Estados Unidos. Para construir el castillo, al que llamó originalmente Parque del Portón de Roca, Ed Leedskalnin utilizó un tipo de roca sedimentaria muy abundante en la Florida, compuesta por coral fosilizado.

Nadie sabe cómo ese hombre, que apenas medía metro y medio de estatura y pesaba unos 45 kilos, se las arregló para mover y tallar 1.100 toneladas de roca, sin equipos especiales, trabajando sólo y sin permitir que nadie observara su labor.

Cuando le preguntaban sobre su método, Ed respondía enigmáticamente que dominaba las leyes de la gravedad y el equilibrio, o aseguraba que los secretos de la construcción de las pirámides egipcias no le eran ajenos. Al parecer, el Castillo de Coral, portento que la ingeniería contemporánea no es capaz de explicar, guarda una estrecha relación matemática, astronómica y arquitectónica con famosos dólmenes y pirámides levantados hace milenios.

El Inusitado Constructor, Ed Leedskalnin nació en el seno de una familia de campesinos en Stramereens Pogosta, una aldea a las afueras de Riga, la capital de Letonia, en 1887. Era un hombre endeble y enfermizo que trabajó en su patria como contable y luego como albañil, y que llevó una existencia oscura hasta 1912, año en que debía casarse con una joven de 16 años llamada Agnes.
La noche de la boda, Agnes rompió súbitamente el compromiso, por causas desconocidas. Con la frustración amorosa a cuestas, Ed se marchó de Letonia y deambuló por Europa Occidental y Canadá. Durante sus viajes, se interesó en la astronomía y el Egipto antiguo; la mayor parte de sus ratos de ocio la dedicaba a la lectura y al estudio.

Luego se trasladó al estado norteamericano de Washington donde trabajó como leñador, pero contrajo tuberculosis y tuvo que partir en busca de un clima cálido más favorable para su arruinada salud. En 1918, a los 31 años, compró por 12 dólares un terreno de unos 47 metros cuadrados en la Florida.

Allí, por razones ignoradas, Ed decidió tallar en secreto los primeros bloques de coral que más tarde se convertirían en el fabuloso castillo levantado, dice la historia, para su amor perdido.

Trabajaba siempre de noche, siempre solo. No recibía a nadie mientras estaba entregado a su labor, y tenía una especie de sexto sentido que lo alertaba cuando alguien se acercaba a espiarlo. Leía con avidez libros sobre magnetismo y fuerzas cósmicas.

A medida que levantaba el coloso de piedra, la curiosidad de vecinos y turistas iba en aumento. Ed permitía que visitaran su castillo. A los nuevos visitantes les cobraba una tarifa módica; a los que ya habían ido antes, si eran de su agrado los dejaba entrar sin pagar y los recibía alegremente. Se dice que Ed jamás olvidaba un rostro.

En 1936, cuando la población de la zona creció demasiado para su gusto, se mudó a un terreno cerca de la zona de Homestead. En esa parcela, hoy reducida de 470 a unos 140 m, terminó el castillo en su forma actual.

Para el traslado, le pidió prestado un tractor a un vecino, con el fin de tirar de un remolque en el cual colocaba solo, de noche, piezas de su obra pero nadie lo vio jamás cargar o descargar el remolque.

Vivió siempre como un ermitaño. Agnes supo que su antiguo prometido había levantado para ella un castillo de coral en el lejano sur de la Florida, pero jamás cruzó el océano. En diciembre de 1951, Ed puso en la puerta de su mansión un cartel anunciando que iba a un hospital de Miami. Tres días después moría de un problema renal.

Su único pariente, un sobrino llamado Harry Leedskalnin, heredó el Parque del Portón de Roca. En 1953, poco antes de su muerte, Harry vendió el lugar a una familia de Chicago, que le dio el nombre de Castillo de Coral y lo abrió al público. Durante la venta, se halló una caja con pertenencias de Ed. Las instrucciones encerradas en la caja condujeron a un hallzago de 3.500 dólares en billetes de a cien, los ahorros que había acumulado Ed Leedskalnin a lo largo de su existencia.

El gran obelisco. El misterio del Castillo de Coral está en parte opacado por la publicidad en torno a la historia de amor de su constructor, y a la proximidad de su erección en el tiempo.

Sin embargo, basta una mirada más curiosa para comprender que en el sur de la Florida se levanta uno de los enigmas más impenetrables, y menos conocidos- de nuestra época.

Los muros que rodean el patio del castillo están formados por bloques de coral cuyo peso promedio es dos veces superior al de los bloques empleados en la pirámide de Keops. El mayor de estos bloques pesa 29 toneladas. Los espacios entre los grandes bloques están llenos de pequeñas piedras del tamaño de un puño, colocadas con tal exactitud que la luz no se filtra.

En el muro norte, que contiene 150 toneladas de roca, Ed construyó un telescopio perfectamente orientado hacia la Estrella Polar, que utilizó para estudiar la trayectoria de la Tierra alrededor del Sol. Con los datos que obtuvo, fabricó su reloj de sol, que sólo marca las horas de nueve a cuatro puesto que esas eran las horas durante las que pensaba tenía que trabajar el hombre, ni antes ni después.

En el muro oriental, se encuentra la Media Luna, de seis metros de altura y más de 23 toneladas de peso, que Ed movió desde el anterior emplazamiento en Florida City. Junto a la Media Luna se alzan el planeta Marte, en el cual Ed creía que había vida, y Saturno, con sus anillos (ver imagen arriba, portada).

Uno de los mayores logros de Ed fue el gran obelisco, situado también en el muro oriental, hacia el sur, que mide casi ocho metros de altura y pesa más de 28 toneladas. El obelisco es más elevado que las rocas verticales de Stonehenge. En su superficie Ed grabó el año en que lo terminó, 1940, el año en que lo movió, 1939, y el año de su nacimiento, 1887. Junto al obelisco se extiende el dormitorio al aire libre que Ed talló en bloques de coral para él, la mujer que debía venir de Letonia y los hijos que tendrían.

Ed calculó con precisión infinita el centro de gravedad de una roca de nueve toneladas para fabricar un portón que un niño podría abrir y cerrar con facilidad. El hueco que Ed cavó en el portón para pasar el eje, sin herramientas eléctricas, hoy sólo se podría hacer con un taladro de alta velocidad controlado por láser.

Como en todo castillo, Ed dispuso un salón del trono, con rocas que pesan un total de 2300 kilos. El 21 de junio, el día del solsticio de verano, el sol sale directamente frente al trono de Ed.


Salón del Trono

Ray N. Stoner, estudioso norteamericano de la ultraciencia, ha encontrado características matemáticas comunes entre el Castillo de Coral y tres monumentos de la antigüedad: la gran pirámide de Gizeh, en Egipto; el monumento megalítico de Stonehenge, en el sur de Inglaterra, y la pirámide de Teotihuacán, en México.

El observador informado encuentra inmediatamente la similitud entre los dólmenes de Stonehenge, por ejemplo, y ciertas piezas fabricadas por Ed en su mansión, como la mesa tallada según la forma y la proporción del estado de la Florida, de seis metros de largo, y la mesa en forma de corazón, con un arbusto Ixora plantado en el centro, que todavía vive. La disposición de estas piezas es similar a la de los monumentos megalíticos de la antigüedad.

En su estudio del Castillo de Coral, Stoner establece una constante de conversión de medidas internas y externas del castillo, 1,059, que es idéntica a la constante de conversión de la pirámide de Teotihuacán. Según Peter Tompkins, en su libro "Misterios de las Pirámides Mexicanas", la constante 1,059 controla las frecuencias del sonido y las de la luz.

Para Stoner es evidente que Ed Leedskalnin dominaba las antiguas ciencias de los constructores de megalitos. El propio Ed aseguraba que conocía la técnica de la erección de pirámides. Stoner considera además el reloj de sol en el castillo, que marca el tiempo perpetuamente, la relación de dos a uno entre el peso promedio de los bloques del Castillo de Coral y el de los bloques de la gran pirámide, el telescopio enfocado hacia la Estrella Polar y las representaciones de la Luna, Marte y Saturno para concluir que el castillo de Ed tiene un significado astronómico y que se utilizó con ese fin.

Asomados al Enigma. ¿Qué misterio encerraba la vida de Ed Leedskalnin? ¿Dónde aprendió el arte que le permitió realizar una hazaña de ingeniería que todavía nadie ha sido capaz de explicar ni de igualar? ¿Cómo pudo manipular solo las formidables rocas?


El Portón

El último megalito, el Castillo de Coral levantado en el sur de la Florida, causa todavía mayor asombro cuando se observa que las realidades matemáticas de las estructuras megalíticas más antiguas se han descubierto sólo muy recientemente. No fue hasta 1963 que el astrónomo británico Gerald Hawkins concluyó que los círculos de Stonehenge no eran más que un gigantesco instrumento para estudiar los cielos. ¿Cómo fue posible entonces que Ed Leedskalnin, muerto una década antes, utilizara el conocimiento encerrado durante milenios en los dólmenes del sur de Inglaterra?

Como afirma Stoner, pocos visitantes del Castillo de Coral toman en serio lo que ven. Se les cuenta la conmovedora historia de un letón que llegó a los Estados Unidos con una frustración amorosa a cuestas y una escasa preparación y que construyó un hogar maravilloso para la mujer que amaba, por si esa mujer cambiaba de opinión y acudía a su lado. Es cierto que varios elementos del castillo, un dormitorio de roca, con cuna incluida, el salón del trono, un área de juego, son visible testimonio de la creación de un ambiente familiar, pero ¿qué razón tienen entonces el telescopio dirigido a la Estrella Polar, el reloj de sol, las 25 sillas de roca que pesan una tonelada cada una y sin embargo se pueden mecer con un ligero esfuerzo?

...Ed, por su parte, realizó experimentos sobre las fuerzas magnéticas y llegó a la conclusión de que la base de la vida está en los polos magnéticos que llamaba Norte y Sur y que se encontraban presentes en toda forma mineral, vegetal y animal. Creía que las fuerzas magnéticas internas del cuerpo humano movían los músculos.

Sea cual fuera la causa que movió al inmigrante letón a afrontar un desafío de ingeniería, todo indica que el antiguo y todavía desconocido arte de erigir dólmenes perduró a lo largo de la historia hasta nuestro siglo. ¿Quíen fue en realidad Ed Leedskalnin? No lo sabemos. Pero para una humanidad todavía asomada al misterio de los enigmas que la rodean, la cercanía en el tiempo de la construcción del último megalito, el Castillo de Coral, aún casi intacto, apenas tocado por la erosión, quizá ofrezca la oportunidad de desentrañar por fin el secreto de una antiquísima ciencia, paralela a la convencional, pero palpable, que en demasiadas ocasiones se ha confundido con la magia. Ese tal vez sea el más valioso legado que nos dejó Ed Leedskalnin en un inesperado rincón de la Florida.


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