miércoles, 28 de octubre de 2009

Shemsu-hor

Es conocido también como el Papiro de Turín y se trata de un mosaico compuesto por 160 trocitos de papiro que una vez ensamblados y traducidos nos ofrecen una inquietante pista sobre la identidad de los verdaderos fundadores de Egipto y la época en la que vivieron y entregaron a los hombres su sabiduría. Sus jeroglíficos son un canto a esa Edad de Oro que se intenta reconstruir en este curso. El documento en cuestión contiene un completo listado de los gobernantes predinásticos del país del Nilo, e incide en el tiempo que rigieron los `compañeros de Horus´ o Shemsu-Hor. Un trozo del papiro cita:

Los Akhu, Shemsu-Hor, 13420 años; reinados antes de los Shemsu-Hor, 23. 00; total, 36620 años.

El término Akhu significa `brillantes´, `seres transfigurados´ o `espíritus astrales´. Indicando que para encontrar el origen de Egipto hay que mirar hacia las estrellas.



mosaico de todos los fragmentos encontrados del Canon Real de Turín.

Contrariamente a lo que sucedió en cualquier otra cultura del planeta, en el caso egipcio su período de máximo esplendor debemos situarlo en sus primeros momentos de existencia. Da la sensación que cuanto más retrocedamos en antigüedad hacia el origen del arte egipcio, más perfectos son sus resultados. Como si su época dorada se hubiera formado de golpe. Durante el primer siglo de trabajos del Imperio Antiguo, sólo para la construcción de las pirámides de Gizeh se movilizó más piedra que la empleada en los edificios del Imperio Nuevo, el período tardío y del período ptolemaico juntos. Ante este razonamiento, John Anthony West afirma que la civilización egipcia no fue un desarrollo, sino una herencia.

En el siglo III a. C., un sacerdote llamado Manetón escribió el libro Historia de Egipto dando respuesta a toda esta paradoja. El libro hace referencia a un origen de la cultura egipcia muy anterior a la unificación de las dos tierras bajo el faraón Menes. Lo escrito por Manetón ha sido respaldado arqueológicamente y se ha demostrado exacta al compararlo con el Canon Real de Turín. Él distinguía tres grandes eras en Egipto: una primera en la que afirma que los Neteru (dioses) gobernaban el país durante 13900 años; una segunda regida por los Shemsu-Hor durante 11025 años, y una última gobernada a partir del aludido rey Menes. Los egiptólogos admiten que la lista de descendientes de Manetón es exacta, y que su orden coincide esencialmente con lo que hoy sabemos gracias a las excavaciones arqueológicas, pero inexplicablemente deciden ignorar los otros precedentes.

Bauval y West presentaron, además, otras pruebas que respaldaban los escritos de Manetón. Estas pruebas son los célebres documentos del Textos de las pirámides (hallados en monumentos de ese tipo de la V y VI dinastías) o en los menos conocidos Textos de la construcción, esculpidos a lo largo de los muros de los templos de Edfú y Dendera. ¿Podría ser que en ellos se encierre la pieza clave para entender quiénes fueron los verdaderos fundadores de Egipto?

El primer lugar en el que se grabaron los Textos de las Pirámides fue en los muros de la cámara sepulcral de la pirámide de Unis, el último faraón de la dinastía V de Egipto. Fueron denominados por lo egipcios "Perfectos son los lugares de Unis", y está compuesto por 228 declaraciones. Posteriormente se convirtió en práctica habitual inscribirlos en el interior de las pirámides de los faraones del Imperio Antiguo, llegando a 759 conjuros (compilados por R. Faulkner). No es un relato o narración ordenada, sino extractos de teorías de la creación, fragmentos de las luchas entre Horus y Seth, de leyendas y, fundamentalmente, fórmulas para permitir al faraón la ascensión, resurrección e identificación del faraón con los dioses.

Hay una historia, sobre un libro sagrado compilado por el dios Toth, en Edfú, en el que se ubican ciertos montículos sagrados a lo largo del Nilo sobre los que se edificarán los templos clave de este pueblo. Fueron `siete sabios´ o `compañeros de Horus´ los que fijaron estas ubicaciones en el principio del mundo o, como bien conocemos, en el `Tiempo Primero´. Según Bauval, la idea de los `siete sabios´ es universal: en babilonia se los reconocía como Apkallu y se creía que vivieron antes del diluvio; los vedas hablan también de siete Rishis, o sabios, que sobrevivieron a la inundación y recibieron el encargo de transmitir la sabiduría del mundo antiguo a la humanidad

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